Viaje a la eternidad
España disputará por primera vez en su historia la final del Mundial tras derrotar a la anfitriona Turquía (66-56) con una exhibición de talento y carácter
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España completó ante Turquía su viaje a la eternidad. En territorio
hostil, a contracorriente y a contra natura, las campeonas de Europa
derrotaron a las anfitrionas con otra exhibición de talento y carácter, y
jugarán este domingo la final del Mundial por primera vez en su
historia (20.15, La1). El año pasado en Orchies silenciaron La Marsellesa
para lograr el oro continental y anoche apagaron la caldera del
Fenerbahçe Arena para ganarse el sueño de alcanzar una cima planetaria.
Alba Torrens, con 28 puntos, seis rebotes y tres asistencias; y Sancho
Lyttle, con 18 puntos y 12 rebotes, lideraron en esta ocasión una
rebelión colectiva que, desde la prudencia y la abnegación, ha
encumbrado a un equipo conmovedor.
A estas alturas, España no se arruga en territorio comanche. Con ocho
emigrantes en sus filas, además del seleccionador, las jugadoras
presumen de personalidad y recursos para no ceder un palmo de terreno en
la pelea. Lo demostraron precisamente dos jugadoras del Galatasaray
turco el curso pasado: Alba Torrens y Sancho Lyttle, artífices de un
triunfo legendario. El partido comenzó con un 0-5 a favor de Turquía,
pero acto seguido las de Mondelo respondieron con un 9-0 que las otorgó
la iniciativa y selló su pasaporte de madurez. El primer cuarto concluyó
con un 19-20 que anunció el equilibrio de fuerzas y abrió las puertas
del laberinto.
Era un duelo claustrofóbico, táctico y áspero. Estaba en juego la
final del Mundial y la responsabilidad espesó los ataques y endureció
las defensas. Turquía cerraba con fiereza el rebote y atajaba sin
remilgos el contraataque rival. España atosigaba en la presión y afinaba
desde el perímetro con una metódica selección de tiro. Comenzó entonces
el baile en la pintura, que cargó de faltas a las escuderas –dos para
Yilmaz y otras tantas para Nicholls- y encumbró a los dos pilares de
cada equipo. Lara Sanders y Sancho Lyttle comenzaron a abrillantar su
hoja de servicios acaparando los argumentos ofensivos y las flechas de
ambas pizarras. Pero costaba un mundo abrirse paso en la espesura e
iluminar el aro.
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