La niña prodigio respira baloncesto
Iris Junio supera el récord de precocidad de Ricky Rubio y se convierte en la jugadora más joven en la historia de la Liga femenina con 14 años y seis meses.
“Estaba en el supermercado con mi marido y, cuando íbamos a pagar,
vimos a tres chicas altas, fuertes, atléticas. Les comentamos si querían
venir a nuestra escuela”. Lo explica Begoña Santana, directora técnica
del Gran Canaria 2014, y esposa de Domingo Díaz, uno de los entrenadores
referentes del baloncesto femenino. Una de aquellas tres chicas
guineanas era Purificación Mbulito. Así arranca la historia de su hija,
Iris Junio Mbulito, estudiante canaria de tercero de ESO, la misma que
causó sensación el sábado al estrenarse en la máxima categoría. Se trata
de una base prodigiosa para su edad que ya había arrasado en categorías
inferiores. Pero romper récords de precocidad en la Liga Femenina con
14 años, seis meses y 17 días son palabras mayores. Los referentes son
escasos: Ricky Rubio (plusmarca en la ACB con 14 años, 11 meses y 24
días), Julia Melina (récord en la Liga Femenina con 14 años, 10 meses y
28 días) y Anna Montañana, que debutó en Primera con 13 años y 364 días.
Cuando fue captada en el supermercado, Puri Mbulito, tenía 17 años y
no había jugado nunca. Lo probó y fue una de las jugadoras más
destacadas del Club Baloncesto Islas Canarias y llegó a jugar con la
selección española, como otras perlas de la cantera canaria como Rosi
Sánchez, Yurena Díaz, Leonor Rodríguez y Oranda Rodríguez, ésta fichada
en otro gran almacén. “Primero los pasos, luego botar el balón, luego
tirar y así… Cuando empecé tiraba pedradas”, recuerda Puri. Se retiró
joven a causa de una lesión. Pero permaneció ligada al club. Iris
respiró baloncesto desde antes de nacer. Estando embarazada de ella, su
madre acudió a presenciar en 1999 la victoria más recordada, el título
en la segunda competición europea, la Copa Liliana Ronchetti. Begoña
Santana mantiene una estrecha relación con la familia Mbulito. Es
madrina de Iris, asistió a su parto y la entrena desde que, con solo
tres años, era capaz de trasladar las garrafas de agua de cinco litros
que utilizaban las jugadoras del primer equipo. Se enorgullece de haber
convenido su nombre, cuando veían el reflejo del arcoíris en el techo
del pabellón La Paterna de Las Palmas.